El texto que les presento a continuación es un fragmento del artículo de Noelia Gómez Jarque “El cortejo y las figuras del petimetre y el majo en algunos textos literarios y obras pictóricas del siglo XVIII“. Universidad de Valencia, España. Para una explicación más detallada de este tema recomiendo el fantástico libro de Carmen Martín Gaite Usos amorosos del dieciocho en España, obra que mencionaré también al final de esta entrada.
El cortejo y las figuras del petimetre y el majo en algunos textos literarios y obras pictóricas del siglo XVIII
Noelia Gómez Jarque
[Nota: el subrayado es mío]
El cortejo, moda importada de Europa (Italia y Francia fundamentalmente), consistió en España en la posibilidad de que una mujer casada tuviera un acompañante cuando su esposo estuviera atendiendo sus negocios o los actos sociales a los que acudía solo. Este acompañante en ausencia del marido era un hombre enamorado de la dama que asumía, en cuanto que cortejo, ciertos deberes para con ella como era el de asistirla en su arreglo personal; regalarle objetos de moda primorosos (por tanto muy costosos) que el marido no podía costear; asesorarla en cuestión de modas (para lo que debía ocuparse de estar bien informado); acompañarla a eventos, actos sociales y paseos; comer con ella para que no estuviese sola; mantener conversaciones con ella para ampliar su horizonte de conocimientos… El cortejo tenía acceso a la casa de la dama, puesto que había obtenido la aprobación del marido, que le daba así permiso para que asumiera todas esas funciones con la condición implícita de que su relación fuera meramente espiritual. Esto se daba por seguro, ya que la dama que recibía cortejo pertenecía a la aristocracia y la virtud era una cualidad que se consideraba (desde la Edad Media) asociada incuestionablemente a esta clase social. En efecto, esta moda del cortejo había florecido en ciertas naciones de Europa amparada por la clase nobiliaria.
La moda del cortejo llegó a adquir un importante prestigio. Tener cortejo era para una dama (y por lo tanto, por extensión, para su esposo) una señal de su posición social elevada. El cortejo era un adorno más de la dama.
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