Muchas veces cuando menciono problemas como los reclutamientos forzados para la guerra, los homicidios, el trabajo forzado o las deudas de sangre, se me ha dicho que éstos no eran problemas de género al nivel de los que padecen las mujeres. No porque la cantidad de sufrimiento sea inferior (de hecho es al contrario), sino porque se trata de cosas que “los hombres se hacen a sí mismos”.
En esta entrada vamos a tratar un problema que nadie dudaría en calificar “de género” donde las mujeres son sus principales ejecutoras así como sus víctimas: la circuncisión femenina, también conocida como mutilación genital femenina o corte genital femenino.
La supresión de la sexualidad femenina es generalmente atribuida a los varones. Su interés radicaría en preservar la fidelidad de sus compañeras para asegurar que su esfuerzo se ha dirigido efectivamente a criar a quienes son sus hijos, que en muchas culturas heredarán también sus apellidos, títulos y/o patrimonio. Esto explica (aunque no necesariamente justifica) que promovieran medidas destinadas a reducir la promiscuidad femenina.
En cambio, la razón por la que las mujeres apoyan este tipo de medidas (a veces de forma más entusiasta que los propios hombres), o crean las suyas propias, suele atribuirse de forma simplista a que viven en una cultura patriarcal y no pueden ver más allá. Sin embargo, algunos investigadores apuntan en otra dirección: la economía sexual.
En sociedades donde la fuerza de trabajo humana es el factor productivo determinante (como fueron la inmensa mayoría en el pasado), los hombres cuentan con ventaja debido a su constitución. Las mujeres, en dichas sociedades, utilizaban el sexo como una herramienta de negociación con los hombres. Cuanto menor fuera la oferta, mayor era el valor del producto. Por tanto, estribaba en el interés de muchas mujeres reprimir su propia sexualidad y promover medidas restrictivas para el resto.
El mayor ejemplo de esta tesis puede encontrarse en el trabajo de Roy F. Baumeister y Jean M. Twenge. “Cultural Supression of Female Sexuality” [supresión cultural de la sexualidad femenina]. Review of General Psychology, 2002. Vol 6. No. 2, 166-203.
Los investigadores muestran que se trata de una fuente de represión incluso más importante que la promovida por el varón. Aunque acertadamente notan lo siguiente (p. 166):
No queremos insinuar que se trata de conspiraciones conscientes, deliberadas o explícitas. En realidad las personas pueden haber llegado a participar en estos procesos sin plena consciencia de lo que estaban haciendo, simplemente porque las fuerzas situacionales y el propio interés los empujaron a actuar de forma que contribuían a traer la sexualidad femenina bajo un restrictivo control.
A continuación voy a traducir un fragmento que trata la circuncisión femenina, considerado quizá el caso más extremo de supresión sexual de la mujer. Los estudios citados pueden encontrarse en la fuente original.
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