Formas de poder femenino y el mito de la dominación masculina en las sociedades campesinas (III)

Campesinos

Pueden leer la primera y la segunda parte de este artículo pulsando en los enlaces 

En esta entrada les presento la tercera y última parte de la traducción del artículo académico “Formas de poder femenino y el mito de la dominación masculina: un modelo de interacción femenina/masculina en la sociedad campesina” escrito por la antropóloga Susan Carol Rogers y publicado en la revista académica American Ethnologist.

Se trata de un artículo de crucial importancia para entender las formas de poder femeninas. Debido a que se trata de un poder no legislado ni institucionalizado, resulta muy difícil de examinar, pero eso no hace que sea menos real y en algunos casos pueda llegar a imponerse al masculino.

El modelo de Rogers se aplica principalmente a las sociedades campesinas, debido a que las decisiones importantes que afectan a la aldea se toman fuera de la comunidad (por parte del gobierno regional o central, por ejemplo), dejando a los varones con un poder simbólico pero poco real, frente a un poder femenino más informal pero efectivo, ya que el ámbito doméstico es el principal centro de producción y consumo de estas sociedades.

Si bien el modelo de Rogers puede no ser aplicable fuera del campesinado, hemos de recordar que a lo largo de la Historia la mayoría de las sociedades han estados compuestas por campesinos en buena parte del planeta, por lo que su importancia no debe ser desestimada.

En esta tercera y última parte la autora da un vuelco a la usual creencia de que la mujer campesina se emancipó con la llegada de la modernidad. Por el contrario, presenta la hipótesis de que con ella llegó su pérdida de poder y el «mito» de la dominación masculina (que realmente escondía un equilibrio de poder entre los sexos) pasó a convertirse en una realidad.

La traducción del artículo ha sido realizada por Marcos Cueva. Yo me he limitado a revisar la traducción y a realizar algunos retoques estilísticos. Todo el mérito es del traductor, y cualquier falta o error que encuentren son míos.

Dado que se trata de un artículo extenso, he resaltado las partes que considero más importantes para quienes deseen realizar una lectura rápida.

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Formas de poder femenino y el mito de la dominación masculina en las sociedades campesinas (II)

Pueden leer la primera y la tercera parte del artículo pulsando en los enlaces

En esta entrada les presento la segunda parte de la traducción del artículo académico “Formas de poder femenino y el mito de la dominación masculina: un modelo de interacción femenina/masculina en la sociedad campesina” escrito por la antropóloga Susan Carol Rogers y publicado en la revista académica American Ethnologist.

Se trata de un artículo de crucial importancia para entender las formas de poder femeninas. Debido a que se trata de un poder no legislado ni institucionalizado, resulta muy difícil de examinar, pero eso no hace que sea menos real y en algunos casos pueda llegar a imponerse al masculino.

El modelo de Rogers se aplica principalmente a las sociedades campesinas, debido a que las decisiones importantes que afectan a la aldea se toman fuera de la comunidad (por parte del gobierno regional o central, por ejemplo), dejando a los varones con un poder simbólico pero poco real, frente a un poder femenino más informal pero efectivo, ya que el ámbito doméstico es el principal centro de producción y consumo de estas sociedades.

Si bien el modelo de Rogers puede no ser aplicable fuera del campesinado, hemos de recordar que a lo largo de la Historia la mayoría de las sociedades han estados compuestas por campesinos en buena parte del planeta, por lo que su importancia no debe ser desestimada.

En esta segunda entrada se conecta la tesis principal de la primera parte con ejemplos concretos de una aldea campesina francesa. En la tercera y última parte se tratarán las conclusiones.

La traducción del artículo ha sido realizada por Marcos Cueva. Yo me he limitado a revisar la traducción y a realizar algunos retoques estilísticos. Todo el mérito es del traductor, y cualquier falta o error que encuentren son míos.

Dado que se trata de un artículo extenso, he resaltado las partes que considero más importantes para quienes deseen realizar una lectura rápida.

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Los pescadores esclavos del Sudeste Asiático

A continuación les presento la traducción del artículo “Pescador birmano vuelve a casa tras 22 años como esclavo”, escrito por Margie Mason en Associated Press, The Big Story.

Pescador birmano vuelve a casa tras 22 años como esclavo

Margie Mason

Pescador esclavo

En esta foto del 16 de mayo de 2015, el antes pescador esclavo Myint Naing y su madre, Khin Than, lloran al reunirse tras 22 años en su aldea del Estado de Mon, Birmania. Myint, de 40 años, es uno de los cientos de antiguos esclavos que volvieron a Birmania después de una investigación de Associated Press sobre el uso del trabajo forzado en la industria del marisco en el Sudeste Asiático (Foto Associated Press/Gemuni Amarasinghe).

TUAL, Indonesia (Associated Press) —Todo lo que pidió fue regresar a casa.

La última vez que un esclavo birmano hizo la misma petición, fue golpeado hasta quedar al borde de la muerte. Pero después de haber estado fuera ocho años y haber sido forzado a trabajar en un barco en la lejana Indonesia, Myint Naing estaba dispuesto a arriesgarlo todo para ver a su madre de nuevo. Pasaba las noches soñando con ella, y el tiempo comenzaba a borrar lentamente el recuerdo de su rostro.

De modo que se arrojó al suelo y rodeó con sus brazos las piernas del capitán para implorar por su libertad.

El capitán tailandés gritó lo suficientemente fuerte como para que todos oyeran que Myint sería ejecutado por intentar abandonar el barco. Entonces arrojó al pescador a la cubierta y lo encadenó de brazos y piernas.

Myint fue dejado a merced del sol abrasador para que se quemara por tres días y tiritara con la lluvia nocturna, sin comida ni agua. Se preguntaba cómo sería asesinado. ¿Arrojarían su cuerpo por la borda para que el mar lo arrastrara hasta la orilla, como los otros cadáveres que había visto? ¿Le dispararían? ¿O simplemente le abrirían la cabeza de un golpe, como habían hecho antes?

Nunca vería a su madre de nuevo. Simplemente desaparecería, y ella ni siquiera sabría dónde buscar.

______

Cada año, miles de trabajadores migrantes como Myint son engañados o vendidos al descarnado submundo de la industria del marisco. Se trata de un comercio brutal que ha funcionado durante décadas como un secreto a voces en las aguas del Sudeste Asiático, donde compañías sin escrúpulos emplean esclavos para suplir de pescado a los supermercados y tiendas más importantes alrededor del mundo.

Como parte de una investigación sobre este negocio multimillonario realizada a lo largo de un año, Associated Press entrevistó a más de 340 antiguos esclavos, en persona o por escrito. Las historias que nos cuentan uno tras otro son sorprendentemente similares.

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Los hombres desempleados no son Betty Friedan

Recientemente apareció en la bitácora Números Rojos del diario Público un artículo sobre los hombres desempleados con el título “Hombres privilegiados, hombres expropiados”. El ensayo analizaba el impacto del desempleo masculino desde la perspectiva de género, algo poco habitual en unos medios que con frecuencia sólo utilizan dicho ángulo cuando se trata de mujeres. Pese a las buenas intenciones de la autora y algún que otro acierto, sin embargo, el texto revela claramente las carencias del marco teórico feminista para analizar los problemas de los varones. Comencemos.

El artículo señala en su cabecera:

Desde hace unos años cada vez un mayor número de hombres asiste a la consulta médica aquejándose de los mismos malestares que las mujeres llevan presentando décadas: depresión, ansiedad, pensamientos suicidas… Un equipo médico no creyó que fuera casualidad y decidió formar un grupo con el que tratar estos síntomas. La crisis, con el paro desbordante, estaba cuestionando el papel que el patriarcado le ha otorgado históricamente al hombre: el de trabajador y proveedor de recursos. Se abre un nuevo ángulo para defender la igualdad.

El problema de esta premisa es que no está hablando de las mujeres en general, sino de un grupo en particular: las amas de casa blancas y de clase media-alta estadounidenses de los años 50, que no se sentían realizadas con su estilo de vida. El grupo del que hablaba Betty Friedan:

¿Recuerdan haber visto la película de Las horas? En una impecable cocina norteamericana de los años 50, llena de electrodomésticos último modelo, acompañábamos al personaje de Laura Brown (interpretado por Julianne Moore) a la contención de un llanto angustioso. Pero ¿quién podría llorar en una cocina tan maravillosa? (…).

Esa depresión a la que nadie encontraba sentido, esa generación de mujeres aisladas, insatisfechas con las flamantes cocinas donde, se supone, debían alcanzar sus más altas expectativas, tuvo su voz con Betty Friedan, teórica y líder feminista que en 1963 publicó Mística de la feminidad donde hablaba, por fin, del ‘problema que no tiene nombre’. Un alegato que venía a revelar que, por muy felices que pudieran aparecer en las revistas femeninas, las mujeres -que presentaban depresión, ansiedad, pensamientos suicidas, un cuadro ‘típicamente femenino’- querían algo más que vivir por y para cuidar de su familia.

Y ahora veamos qué se dice de los varones:

En los últimos años los profesionales médicos han visto cómo las consultas se han llenado de hombres, los cuales nunca antes habían asomado el bigote por allí. Hablan de depresión, ansiedad, insomnio, pensamientos suicidas y toda una ristra de síntomas ‘típicamente femeninos’. Les cuesta trabajo llegar hasta allí, se encuentran mal y no saben qué les pasa. Pero las pastillas no resuelven el problema.

El resto del ensayo continúa con dicha comparación y analiza el impacto del desempleo en la autoestima del hombre al destruir su papel tradicional como proveedor. Sin embargo, el problema más obvio no aparece en ningún momento: la ruina económica que el desempleo trae a la mayoría de hombres y sus familias.

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