El abuso sexual a varones en Camboya y la narrativa que lo mantiene invisible

En esta entrada les presento una traducción del artículo de David Hutt publicado en Southeast Asia Globe y titulado “Los hombres olvidados: el abuso sexual a varones en Camboya.” La traducción ha sido realizada por David Jurado.

El texto es significativo no sólo por tratar la invisibilidad de los hombres violados, sino también por hablar de las consecuencias sociales que sufren, y sobre todo por señalar la desidia de numerosas ONGs, medios de comunicación y organizaciones internacionales hacia el problema, comenzando por Naciones Unidas.

Al final de la traducción les dejo algunas notas sobre el contenido del texto.

Los hombres olvidados: Abuso sexual a varones en Camboya

David Hutt

Traducido por David Jurado

Enormes cantidades de hombres son violados en Camboya. ¿Por qué entonces estos horrorosos crímenes permanecen ampliamente ignorados por las organizaciones de derechos humanos y los medios?

El ataque tomó lugar hace más de una década. Un hombre joven de cabello largo se encontraba en el baile ceremonial de un pequeño pueblo camboyano cuando cinco hombres lo forzaron a ir a un lugar cercano. Golpeado y ensangrentado, fue entonces brutalmente violado en grupo. Cuando terminaron, insertaron una botella de coca-cola dentro de su ano y la retiraron con fuerza, desgarrando su interior. Después lo dejaron desangrarse hasta morir.

Es una calurosa mañana de un lunes en Phnom Penh y, sentado en un pequeño restaurante francés, Alastair Hilton sacude su cabeza a la par que cuenta su historia.

En el 2008, Hilton, quien entonces estaba trabajando como consultor de trabajo social, escribió un impactante informe titulado Yo pensé que eso nunca le podía pasar a los chicos (I Thought It Could Never Happen To Boys). Fue el primer artículo de investigación centrado exclusivamente en los varones víctimas de abuso sexual en Camboya. La fatal violación en grupo fue solamente uno de los incidentes documentados, pero había otros: chicos Jóvenes obligados a masturbarse por monjes en pagodas; motociclistas pagando 1.000 rieles (0,25 dólares de EEUU) por sexo oral; niños en las calles golpeados violentamente hasta someterse a sexo anal…. Algunas veces los agresores eran extranjeros, pero principalmente se trataba de camboyanos.

Reunir estas historias no fue fácil. Hilton explica que el abuso sexual de varones en Camboya permanece ampliamente ignorado, puesto en duda por muchos y negado tanto por agresores como víctimas, para quienes hay mucho que perder si hablan.

Cuando historias como éstas son descubiertas, afirma Hilton, las reacciones típicas normalmente varían desde “eso es un tema de homosexualidad, no de abuso”, hasta “eres gay si dejas que eso te pase” y pasando por “él debió haber querido que pasara porque no se defendió”.

Además, la víctima corre el riesgo de ser abandonada por sus allegados; profesores, familia y amigos podrían ridiculizarlo; y hay padres que le negarían casarse con sus hijas. El agredido también puede terminar infectado de VIH. Sin apoyo, muchos empezarán a padecer problemas de salud mental, a recurrir a las drogas como una manera de seguir adelante o a ver la violencia como un medio de expresar su dolor. Para algunos, la vida puede llegar a ser demasiado angustiosa como para continuar con ella.

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El Protocolo de 2014 sobre el trabajo forzado entrará en vigor este año

Buenas noticias. Dos países han firmado el Protocolo de 2014 al Convenio sobre trabajo forzoso de 1930: Níger y Noruega.

En principio puede parecer poca cosa considerando que el Convenio de 1930, que entre otras cosas abolía todas las formas de trabajo forzado femenino, fue firmada por 178 países. El Protocolo de 2014, como recordarán de artículos anteriores, hace lo propio con el trabajo forzado masculino (ya que el Convenio de 1930 recogía algunas excepciones).

Lo que convierte en significativo que dos países lo hayan firmado, sin embargo, es que se trata del número necesario para que el protocolo adquiera rango de ley y pueda a entrar en vigor. Para esto ya hay fecha por fin: el 9 de noviembre de 2016.

El siguiente paso, por supuesto, es que más países comiencen a firmar el protocolo, y ahora que tiene rango de ley es más probable que esto ocurra.

No tengo mucho más que añadir, pero para quienes no hayan seguido el desarrollo de esta historia, les dejo con dos artículos que escribí al respecto. El primero es anterior a la aparición del protocolo, y el segundo fue escrito cuando dicho protocolo fue publicado.

La discriminación masculina en el sistema penal y la aplicación de la pena de muerte

Es sobradamente conocido que los hombres cometen más crímenes violentos que las mujeres, incluyendo el asesinato, lo que en principio causaría la disparidad sexual en la aplicación de la pena capital. Nuestro artículo, sin embargo, demostrará que este hecho por sí mismo es insuficiente para explicar el desproporcionado número de varones que son ejecutados en comparación con las mujeres, constituyendo más del 99% a nivel mundial. Ofreceremos causas alternativas basándonos el contexto de otras discriminaciones penales existentes, así como factores culturales relacionados.

Pasado y presente del trato discriminatorio en Estados Unidos

Comenzamos con Estados Unidos por contar con las estadísticas más abundantes y fiables sobre la aplicación de la pena capital.

En su artículo “Unequal Before the Law: Men, Women and the Death Penalty” (Desiguales ante la ley: hombres, mujeres y la pena de muerte), Andrea Shapiro señalaba que aunque las mujeres cometen el 10% de los asesinatos, constituyen únicamente el 0,5% de los ejecutados (p. 447-448), y que la disparidad persiste incluso cuando el historial criminal es similar (p. 453)

¿Qué explica pues, esta diferencia de trato? Siempre es bueno consultar la Historia para sentar las bases del asunto, y lo que me resultó especialmente revelador fue una columna recogida en el Ohio Law Bulletin (Boletín Legal de Ohio) del año 1912, Volumen 57. Su título era “Mujeres jurado para juzgar a las asesinas”. Allí se relataba el problema que suponía para un jurado enteramente masculino condenar a mujeres asesinas en Chicago (no hablamos de sentenciar a muerte, sólo de condenarlas a cualquier pena). Las mujeres todavía no podían formar parte del jurado en el Estado de Illinois, y se argumentaba que esta participación sería la única manera de conseguir que las asesinas recibieran su merecido castigo. Veamos algunos fragmentos (p. 500-501):

“Es prácticamente imposible asegurar la condena de una mujer imputada por homicidio en Chicago bajo el presente sistema de jurado” dice Mr. Wayman [el fiscal del Estado]. “Doce hombres simplemente no pueden ser convencidos, no importa lo clara que sea la evidencia, de que una mujer sea culpable del crimen más grave posible. Por tanto he decidido anunciar que estoy a favor de tener mujeres jurado para juzgar a otras mujeres en casos de homicidio”.

Se realizó una investigación entre las mujeres confinadas en la cárcel del Condado de Cook a la espera de ser juzgadas por homicidio para determinar su reacción ante la posibilidad de que jurados de mujeres se encargaran de sus casos. Casi sin oposición parecían rechazar fuertemente a la idea. Fueron sinceras en sus declaraciones donde afirmaban que no querían mujeres en sus jurados.

Mujeres asesinas

St. Stephe consiguió de hecho recoger algunas de estas declaraciones:

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Las penas de cárcel sólo deberían ser para hombres, según Naciones Unidas

En el pasado señalamos que aunque los hombres cometen más crímenes, por el mismo delito y controlando otras variables terminan en la cárcel el doble de veces que las mujeres y reciben condenas un 63% más largas.

Al parecer, sin embargo, esto no es suficiente. En diversos países varios académicos, ONGs y medios de comunicación han expresado su deseo de que la cárcel sea un territorio exclusivo o casi exclusivo de los hombres, pese a que el sexo masculino ya representa más del 90% de los reclusos.

Como no podía ser de otra forma, Naciones Unidas se encuentra a la vanguardia de este tratamiento discriminatorio. El texto donde alienta a los Estados Miembros a buscar alternativas al encarcelamiento de las mujeres se encuentra en la Resolución 65/229 del año 2011 titulada: Reglas de las Naciones Unidas para el tratamiento de las reclusas y medidas no privativas de la libertad para las mujeres delincuentes, conocida generalmente como “Reglas de Bangkok”. Veamos los puntos más importantes (el resaltado es mío):

5.[Naciones Unidas] Alienta a los Estados Miembros a aprobar legislación para establecer medidas sustitutivas del encarcelamiento y dar prioridad a la financiación de esos sistemas, así como a la elaboración de los mecanismos necesarios para su aplicación;

6. Alienta a los Estados Miembros que han elaborado leyes, procedimientos, políticas o prácticas sobre las reclusas y sobre medidas sustitutivas del encarcelamiento para las mujeres delincuentes a suministrar información a otros Estados y a las organizaciones internacionales, regionales e intergubernamentales, así como a las organizaciones no gubernamentales pertinentes, y a ayudar a esos Estados a preparar y realizar actividades de capacitación o de otra índole en relación con la legislación, los procedimientos, las políticas o las prácticas señalados;

El punto 5 puede parecer neutral en cuestiones de género pero no lo es: hace referencia específica a las mujeres ya que esta resolución se dedica exclusivamente a ellas en todos sus puntos, como confirma el número 6. Pero por si quedaran dudas podemos leer el apartado 10:

10. Solicita a la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito que preste servicios de asistencia técnica y de asesoramiento a los Estados Miembros que lo soliciten a fin de elaborar o reforzar, según proceda, leyes, procedimientos, políticas y prácticas relativos a las reclusas y a las medidas sustitutivas del encarcelamiento en el caso de las mujeres delincuentes;

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Las víctimas civiles en Afganistán: cómo Naciones Unidas discriminó a los hombres… otra vez

Afghanistan

Recientemente apareció en el diario El País una noticia titulada “La escalada de violencia en Afganistán se ceba con los niños y mujeres”. El artículo, que trata sobre las víctimas civiles en los seis primeros meses del año 2015, no hacía una sola mención a los hombres, proyectando la errónea idea de que la mayoría de las víctimas civiles fueron mujeres y niños. Como veremos más tarde, sin embargo, los varones adultos constituyeron el 70%.

Como El País tiene una cobertura bastante sesgada de los temas de género (en la misma línea que otros periódicos nacionales españoles), decidí echar un vistazo al informe original de la ONU. Allí descubrí que la noticia de El País no había hecho más que seguir la fórmula de este documento: el número de varones adultos que fueron bajas civiles no se menciona de forma explícita ni una sola vez. Tampoco su porcentaje.

Encontramos secciones dedicadas a mujeres y niños (empleo aquí el masculino genérico), pero no hay nada sobre los problemas o peligros a los que se enfrentan los hombres. Todo esto pese a que varios académicos han denunciado que los hombres civiles se encuentran en una situación de vulnerabilidad justamente por razón de sexo: ambos bandos consideran que los varones en edad de combatir son posibles activos a utilizar para su propio bando o potenciales enemigos que en cualquier momento pueden empuñar las armas, y se les asesina muchas veces de forma preventiva. La ONU, sin embargo, no tiene una sección para ellos. Sólo considera como colectivos vulnerables a mujeres y niños, pese a constituir un 30% de las víctimas.

La forma en que descubrí el porcentaje real lo dice todo: tuve que sumar el número de niños asesinados (320, p. 5) y el de mujeres asesinadas (164, p. 5), ambos señalados de forma explícita, y restarlo del total de bajas civiles (1.592, p. 1). El porcentaje es de un 69,6%, que he redondeado al 70% para simplificar.

Examinando el informe de 2014, que cubre los doce meses, descubrí que nuevamente se habían invisibilizado los asesinatos de varones adultos, cuyos números o porcentajes no se señalan de forma explícita. Esta vez el total de bajas fue de 3.699 (p. 1), con 298 mujeres (p. 3) y 714 niños (p. 4). El porcentaje de varones adultos fue del 72%.

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