Propaganda y género. El caso de España

Fotografía de Sergio Pérez en «La oda al feminismo de Carmen Calvo», Última Hora, 29 de abril de 2019

«Cuatro periódicos hostiles son más temibles que 1.000 bayonetas»

Atribuida a Napoleón

La palabra propaganda suele invocar imágenes relacionadas con la guerra o con regímenes totalitarios. En este artículo, por el contrario, veremos cómo también es utilizada por gobiernos democráticos durante períodos de paz, empleando como ejemplo el sesgo político y mediático en torno al discurso de género en España. Primero definiré el término y sus principales características, para después explicar cuáles son las técnicas más empleadas, y finalmente el contexto social que la favorece.

¿Qué es la propaganda?

Definir la propaganda no es fácil. Hay casi tantas definiciones como autores,[1] y existe desacuerdo en cuanto a sus matices. Como punto de partida propongo utilizar la ofrecida por el diccionario Merriam-Webster: “la propagación de ideas, información o rumores con el propósito de ayudar o perjudicar a una institución, causa o persona.” 

Como se indica en el documento Técnicas de propaganda, para evitar una definición demasiado amplia, podemos circunscribir la propaganda a cinco rasgos fundamentales:

  1. Es ideológica. Es decir, intenta vender un dogma o sistema de creencias
  2. Utiliza los medios de comunicación de masas.
  3. Oculta información. Ya sea la fuente del comunicado, su objetivo, el otro lado de la historia (especialmente relevante en nuestro caso), las técnicas utilizadas para enviar el mensaje o los resultados de la propaganda, de ser exitosa.
  4. Busca la uniformidad. Pretende establecer creencias, actitudes y/o comportamientos comunes. 
  5. Elude el proceso de razonar. Apela a la emoción, no a la razón.[2]

De esta forma se excluyen por ejemplo la mayoría de anuncios donde se pretende vender un producto, y no necesariamente una idea o sistema de creencias. Si bien como ya se indicó y veremos más adelante, no hay necesariamente acuerdo entre diversos autores, y la Real Academia Española por ejemplo sí incluye la compra y venta en su primera definición.

Partiendo de estos puntos, ¿podemos enmarcar las acciones del feminismo hegemónico (la corriente dominante del movimiento) como propaganda? No cabe duda de que propaga ideas o información para impulsar una causa, sus acciones son decididamente ideológicas, hacen uso de los medios de comunicación masivos (por ejemplo los diarios digitales) y buscan, al menos hasta cierto punto, la uniformidad de pensamiento y comportamiento. Esto último es algo que caracteriza a la mayoría de los sistemas de creencias. Por ello considero más relevante examinar los dos aspectos que nos quedan: si se oculta información o se elude el proceso de razonar.

En cuanto a ocultar información, a fin de señalar que los roles de género perjudican especialmente a la mujer, se analizan aquellas áreas donde ésta se encuentra en desventaja, mientras que se ignoran aquellas donde al varón le ocurre lo mismo. Esta forma selectiva de presentar la información puede verse con claridad es en los informes del Foro Económico Mundial para medir la brecha de género. Con objeto de aclarar la metodología en que se basarían dichos informes, los autores sopesaron dos escalas. La primera era bidireccional y medía la igualdad absoluta entre hombres y mujeres, examinando dónde cada sexo contaba con ventajas y desventajas. La segunda era unidireccional, evaluando únicamente las desventajas que las mujeres sufrían con respecto a los hombres y lo cerca que estaban de superarlas. Tras sopesar ambas escalas, los autores afirmaron que “la escala unidireccional es más apropiada para nuestros propósitos.”[3] Empleando este tipo de escala se niegan los problemas específicos del hombre para resaltar únicamente sus ventajas y la desigualdad experimentada por la mujer. De este modo la realidad se ajusta para mostrar al hombre como referente absoluto del privilegio.

Y si bien en el Foro Económico Mundial al menos se indica esta exclusión, en la mayoría de los casos se omite. El concepto “violencia de género” que en teoría sirve para definir un tipo de violencia en la pareja que afecta a la mujer, termina refiriéndose a cualquier forma de violencia que experimenta la mujer en una relación de pareja (independientemente de la motivación).[4] Así, al centrar la conversación en torno a la violencia de género, en lugar de la violencia en la pareja, se excluye la experiencia del hombre heterosexual y de las parejas homosexuales. Por su parte, Murray Straus compiló las distintas formas en que se manipula la simetría en la violencia en la pareja, mostrando casos donde se ocultan datos, se evita obtener evidencia de la mujer como maltratadora, o se escriben conclusiones que contradicen los propios datos del estudio, entre otros métodos.[5]

Lo cierto es que los ejemplos de ocultamiento de datos son muy numerosos en diversas áreas. Si nos atenemos a las denuncias falsas, se suele indicar que constituyen el 0,01%, pero no que alrededor del 77% del total de denuncias no terminan en condena.[6] La trata de personas suele identificarse con la explotación sexual femenina, mientras se ignora la laboral, los 10.000 niños varones secuestrados por Boko Haram no figuran en la narrativa de “Bring back our girls”,[7] etcétera.

Finalmente, también podemos afirmar que el discurso de género dominante suele aludir más al sentimiento más que a la razón. Por ejemplo las diferencias referidas a la brecha salarial invocan la indignación propia de una discriminación injusta, sin reparar en que las diferencias puedan deberse a distintos tipos de trabajo, horas extra, mayor participación en el trabajo temporal o a media jornada, etc.[8] El recuento de mujeres asesinadas por sus parejas masculinas también tiene el mismo propósito: ignorar las distintas causas y motivaciones que influyeron en cada caso para reducirlo todo al sexo del agresor y su relación sentimental con la víctima. Tampoco podemos olvidar casos más personales como el de la falsa violación de Málaga[9] o el de Juana Rivas, donde se apeló a la emoción y no a la razón para canalizar a la opinión pública a favor de la acusadora.

En definitiva, el discurso político y mediático sobre los asuntos de género se ajusta a la definición de propaganda y a sus principales características. Queda ahora determinar la forma en que se lleva a cabo y su contexto socio-cultural.

¿Cómo se realiza la propaganda?

De todas las técnicas utilizadas en la propaganda, la lista que aparece de forma consistente en la mayoría de los trabajos proviene de la obra de McClung y Brian Lee The Fine Art of Propaganda (El arte de la propaganda), publicada por el Institute for Propaganda Analysis (Instituto para el análisis de la propaganda). Veamos cuáles son:

  1. Name calling (llamar nombres). Implica otorgar a una idea una etiqueta negativa para condenarla sin cuestionar la evidencia.
  2. Glittering generality (generalidad reluciente). El opuesto de la anterior: asociar una etiqueta positiva a una idea para que la aceptemos sin examinar la evidencia.
  3. Transfer (transferencia). Consiste en llevar la autoridad y prestigio de algo respetado o admirado a otra cosa para hacerla aceptable. También puede realizarse a la inversa para provocar su rechazo.    
  4. Testimonial (Recomendación). Consiste en el empleo de una figura respetada para que afirme que una idea, programa o producto es bueno o malo. También se puede citar a una figura odiada para indicar la validez de la idea.
  5. Plain folks (Gente sencilla). Intenta convencer a la audiencia de que una idea es buena porque es “del pueblo” o de “gente sencilla”.
  6. Card staking (Amontonar cartas). Involucra una selección de mentiras, verdades, medio-verdades (o medio-mentiras), distracciones, ejemplos, argumentos racionales e irracionales para presentar el mejor o peor caso para una idea, política o programa.
  7. Bandwagon (Carro). Consiste en el clásico “todo el mundo lo hace”, donde se busca que el individuo busque la aprobación del grupo subiéndose al carro sin atender a los méritos de la idea.[10]

De estas siete técnicas, el feminismo hegemónico emplea cinco de ellas.

  1. Name calling. Cuando se trata de aplicar etiquetas negativas a ideas o conceptos, “masculinidad tóxica” sería un buen ejemplo. Por otra parte, se utiliza la palabra “man” (hombre) asociados a comportamientos negativos en otros neologismos como “mansplaining”, “manterrupting” o “manspreading”.
  2. Glittering generality. La más prominente sería la asociación del término feminismo con la palabra igualdad, incluso cuando se ignoran los problemas específicos del varón, defiende la asimetría penal y otras políticas desiguales basándose en sus postulados teóricos. En este sentido es bastante explícito el término “discriminación positiva.”
  3. Transfer. Quizá el caso más claro es el uso del término patriarcado. En antropología o sociología se empleaba para definir un sistema de organización familiar donde el padre tenía autoridad sobre el resto de la familia, y que era apoyado por la ley y la costumbre. En 1970 la feminista Kate Millett transformaría el término en uno de dominación masculina en general, que es cómo se suele entender en la actualidad, porque una palabra propia como “androcracia” no invocaría la misma autoridad.[11]
  4. Testimonial. La cantidad de celebridades que han dado su voz para posicionarse a favor del feminismo con discursos poco originales es bastante numerosa, pero si tuviera que citar un solo ejemplo me quedaría con el de Emma Watson, que lo hizo además desde la plataforma de Naciones Unidas. En el caso de España, el más conocido sería el de Leticia Dolera.
  5. Card stacking. La mezcla de mentiras, verdades, medias verdades y otros recursos es común en el discurso feminista. Si hablamos de mentiras y medias verdades, podemos apuntar como ejemplo la afirmación de que el 70% de los pobres a nivel mundial son mujeres,[12] que las mujeres sólo poseen el 1% de la propiedad,[13] que la mencionada brecha salarial se deba a la discriminación por ser mujer, o el 0,01% de las denuncias falsas.

No puedo decir que se utilice la técnica plain folks, puesto que su discurso tiende a ser más elitista y generalmente la gente sencilla es, por el contrario, retratada como ejemplo de comportamientos sexistas cotidianos. Tampoco se aplicaría la técnica bandwagon. Sin embargo, cuando el discurso de este feminismo hegemónico se normaliza a través de los medios e instituciones, ir en su contra tiende a dibujar las ideas de sus críticos como situadas en los extremos, al salirse de los parámetros mayoritariamente aceptados.

Más allá de estas técnicas, la obra de Lee realiza una advertencia que me parece pertinente en este apartado: cuidado con las “palabras ómnibus”. Con ellas se refiere a términos muy difíciles de definir y que tienen distintos significados para distintas personas. El mejor remedio para evitar este abuso, afirman los autores, es pedir una definición explícita.[14] En el caso que nos ocupa, ¿qué se entiende por igualdad? ¿Cómo se definen patriarcado o machismo? Y aquí añadiría que también es buena idea examinar la etimología de la palabra. Por ejemplo, si patriarcado es el “gobierno de los padres”, ¿puede aplicarse a una sociedad donde éstos pierden rutinariamente la custodia de sus hijos? Antes de entrar en cualquier debate sobre si algo es machista, patriarcal o representativo de la igualdad, aclarar las definiciones es necesario para evitar la manipulación.

Harold Lasswell destaca la importancia de los símbolos, que podrían ser palabras como las mencionadas anteriormente, además de imágenes o gestos. De hecho considera que la propaganda consiste en la manipulación o destrucción de los símbolos de una sociedad, cambiándolos o imponiendo otros.[15] En nuestro caso, un conservador podría sentir que la familia, uno de sus símbolos, está bajo asedio, mientras que alguien de izquierdas podría advertir que palabras como “igualdad” o “desigualdad” en el discurso político van perdiendo su connotación económica para identificarse cada vez más con las relaciones de género.

Lasswell también considera crítico el uso de eslóganes, particularmente en el caso de la propaganda revolucionaria, que consisten en frases pegadizas que resumen ideas esenciales para guiar a las masas. En los regímenes comunistas era habitual que las políticas fueran resumidas a eslóganes, e incluso muchos veteranos del partido hablarían del pasado afirmando que “nuestro eslogan en aquel momento era…”[16] El feminismo hegemónico no ha realizado un uso tan sistemático de los eslóganes, pero todavía nos quedan algunos como “nos queremos vivas”, “ni una menos”, “el violador eres tú” y algunos puntuales como “Juana está en mi casa”, referido al caso Rivas. El más relevante en este momento sería “hermana, yo sí te creo”, que hace hincapié en el valor del testimonio de la mujer para determinar la culpabilidad del hombre acusado.

En cuanto a la extensión de la propaganda, Trevor Morris y Simon Goldsworthy afirman que:

…los propagandistas explotan todas las posibilidades para influenciar el pensamiento y la acción humana (…) incluyendo la educación escolar, todas las formas de arte, arquitectura, diseño interior, literatura, música, ropa, publicidad, charlas, ritual, ceremonia, desfiles, deporte… cualquier cosa y cualquier lugar donde los sentidos humanos pueden ser abordados de forma que capaciten a personas para influenciar a otras.[17]

Aunque aquí se incluye la educación escolar, otros autores como Lasswell consideran que la propaganda promueve actitudes controvertidas mientras que la educación transmite actitudes aceptadas.[18] Sea como sea, no cabe duda de que el feminismo hegemónico tiene una fuerte presencia en el ámbito educativo, y que promueve sus ideas en distintas áreas, emitiendo juicios que van desde el diseño de los pechos en el personaje de un videojuego hasta cómo debe administrarse la justicia, actuando a modo de casta sacerdotal.

Por supuesto no podía dejar al margen la Historia. En el pasado la propaganda podía emplearse para generar conocimiento histórico, es decir, para que una versión del pasado se considerara la oficial, como describe James Ferguson en su artículo sobre Alejandro Magno.[19] Aunque esto no lo hace el feminismo hegemónico, sí tiende a estereotipar, simplificar o deformar la Historia, creando una falsa memoria colectiva en determinadas áreas, como por ejemplo la caza de brujas, que ya fue examinada en este espacio.[20] Por su parte, la división en “olas” del feminismo, tiende describir a todas las sufragistas como feministas, pese a que en su momento se consideraran dos grupos diferenciados donde el feminismo era minoritario y hubiera sufragistas que rechazaran dicha etiqueta.[21]

¿Por qué la propaganda?

No existe acuerdo sobre el impacto real de la propaganda, con varios estudios indicando que muchos o incluso la mayoría de los individuos resiste mensajes incongruentes con sus opiniones prestablecidas. Ello no quiere decir, sin embargo, que no tenga efecto alguno.[22] Como señala Robert Entmant refiriéndose al encuadre periodístico (framing), al decidir tratar ciertos temas o ángulos y excluir otros, se orienta el debate público hacia una dirección:

Cuando los medios moldean los temas sobre los que piensa la gente, lógicamente tienen influencia en lo que piensan (…). Las élites monitorizan la actitud del público porque quieren que la gente se comporte en formas que favorezcan o pasivamente consientan las elecciones de la élite. Inducir a la gente a pensar (y comportarse) como se desea requiere que las élites seleccionen cosas que contarles, y cosas que no contarles, incrustando pistas sobre cómo esta pequeña narrativa tiene sentido con sus valores y actitudes establecidas. Dado que el poder es la habilidad de hacer que otros actúen como uno quiere, y asumiendo que la coerción no es una opción, ejercer poder para afectar el comportamiento en una democracia requiere encuadre (decirle a la gente sobre lo que pensar) a fin de influenciar las actitudes que moldean su comportamiento.[23]

Algo que revelé en esta bitácora y que sorprendió a muchos fue el hecho de que en Irán entre 1980 y 2010 se ejecutaran mediante lapidación a más hombres que mujeres por infidelidad conyugal.[24] Pero nadie puede saberlo si no se publica. De hecho, no pocas personas piensan que la lapidación se reserva exclusivamente a la mujer, porque es la imagen que frecuentemente proyectan los medios.

Jacques Ellul nos proporciona una perspectiva realmente interesante para determinar en qué contextos la efectividad de la propaganda es mayor. Para que la propaganda triunfe, la sociedad debe cumplir dos condiciones: ser individualista y de masas. En principio puede parecer contradictorio, pero no lo es. El individuo rompe o debilita sus vínculos con la familia, la parroquia, la hermandad, la aldea y ahora se encuentra solo, frente a frente con la sociedad en lugar de a través de estos grupos, con los que tenía una vida espiritual, material y emocional difícil de penetrar para la propaganda.[25] Sólo el individuo desarraigado puede ser parte de la masa. Es la incertidumbre permanente, la movilidad social, la ausencia de protección sociológica y marcos de referencia tradicionales lo que proporciona un marco propicio para el condicionamiento de la propaganda.[26]

Ellul presenta al campesinado como ejemplo de un grupo estable y difícilmente influenciable por la propaganda, señalando las dificultades de nazis y comunistas para hacerles llegar su mensaje.[27] El hombre actual en cambio es, en sus palabras, «una víctima del vacío. Un hombre desprovisto de significado. Está muy ocupado pero también emocionalmente vacío, abierto a todos los ruegos y en busca de una sola cosa: llenar ese vacío. (…). Está disponible y listo para la propaganda. Es el hombre solitario.»[28] La propaganda llenaría ese vacío:

[esa] necesidad de compartir y sentirse miembro de una comunidad, de perderse en un grupo, de abrazar una ideología colectiva que ponga fin a la soledad (…). La propaganda es el remedio para la soledad. [Corresponde a la necesidad de] creer y obedecer, escuchar fábulas y comunicarse en el lenguaje de los mitos» (…) Todo esto vuelve al hombre contra la información, que no puede satisfacer ninguna de estas necesidades, y le lleva a tener más apetito por la propaganda, que sí puede satisfacerlas.[29]

Si bien la propaganda puede no ser efectiva con todas las personas o en todos los contextos, la información y el debate tampoco lo sería con aquellas personas que abrazan la propaganda para cubrir una necesidad emocional. Numerosos argumentos del feminismo hegemónico, como los relativos a la brecha salarial, han sido rebatidos incontables veces, pero vuelven a reaparecer constantemente. Y aunque no planteo que ésta sea la única razón que explique el fenómeno, sí considero que debería ser valorada.

Conclusiones

Quisiera cerrar este artículo con una última pregunta: ¿es la propaganda necesariamente mala? Aquí diversos autores discrepan. Para McClung y Brian Lee, la propaganda puede ser tolerable si se amolda a los principios democráticos, preservando y extendiendo la democracia. Para Ellul, por el contrario, la propaganda como herramienta termina corrompiendo incluso los fines más loables. Un punto en el que sí existe acuerdo es en la condena del monopolio de la propaganda. Como afirmaron los Lee: “lo realmente despiadado no es la propaganda, sino su monopolio (…). Cualquier propaganda o acto que se dirige a reducir nuestra libertad para debatir asuntos de importancia (…) es antidemocrático.”[30] Algo que desgraciadamente vemos con asiduidad en los medios cuando se tratan asuntos de género, donde las voces disidentes rara vez se encuentran más allá de las secciones de comentarios, o como mucho quedan relegadas a los diarios provinciales.

Para otros autores como Gerardo Albistur, por el contrario, es justamente el monopolio lo que caracteriza la propaganda:

Cuando la representación se anula, la información se somete a controles y la expresión de las propias opiniones se restringe, ya no puede hablarse de comunicación política sino de propaganda; y cuando la propaganda domina, la comunicación circula forzosamente en una única dirección, al tiempo que se limitan las voces disidentes y perturbadoras.[31]

Bertrand Russell afirmaba que la verdadera igualdad de oportunidad entre las opiniones sólo es posible cuando existe libertad de pensamiento, y que la cura requería una mejor educación y una opinión pública más escéptica.[32] En un momento en el que el profesorado activista y la pedagogía feminista empiezan a ser cada vez más comunes,[33] los cambios en el terreno educativo probablemente tardarán en llegar, pero no cabe duda de que la opinión pública es cada vez más escéptica y cada año se escuchan más voces críticas. El tiempo dirá si este aumento será suficiente para que se establezca una verdadera pluralidad de opiniones, pero reconocer la propaganda a la que nos somete el discurso de género dominante es el primer paso para llegar a ese destino.

Anexo. Comentarios de Adolf Hitler sobre la propaganda

Hasta el último momento no me decidí a incluir este texto de Adolf Hitler. Ya fuera porque Hitler y Joseph Goebbels son demasiado conocidos cuando se habla de propaganda, porque se pudiera invocar la ley de Godwin, o porque es injusto asociar al feminismo prácticas que también se dan fuera de éste y que realizan tanto la izquierda como la derecha.

En cualquier caso, terminé incluyendo estos comentarios de Hitler porque cubren un punto clave: el énfasis en descripciones simplistas e interesadas para describir realidades complejas. Por ejemplo: la brecha salarial se debe la discriminación sexista; la violencia hacia la pareja femenina, al deseo de dominación masculino; la violación, a un deseo de poder, etc. Sin más dilación, les dejo ahora con el texto:

La psique de las masas no es receptiva a nada que sea poco entusiasta y débil (…) ¿A quién debe dirigirse la propaganda? ¿A la intelectualidad científicamente capacitada o a las masas menos educadas? Debe dirigirse siempre y exclusivamente a las masas. (…) Toda propaganda debe ser popular y su nivel intelectual debe ajustarse a la inteligencia más limitada entre las personas a las que se dirige. En consecuencia, cuanto mayor sea la masa que se pretende alcanzar, menor tendrá que ser su nivel puramente intelectual. (…) El arte de la propaganda consiste en comprender las ideas emocionales de las grandes masas y encontrar, a través de una forma psicológicamente correcta, el camino hacia la atención y de allí al corazón de las grandes masas. El hecho de que nuestros brillantes chicos no lo entiendan demuestra sencillamente cuán vagos y engreídos son mentalmente.

Cuando entendemos lo necesario de que la propaganda se ajuste a las masas, se obtiene la siguiente regla: Es un error hacer propaganda que cubra múltiples ángulos, como la instrucción científica, por ejemplo. La receptividad de las grandes masas es muy limitada, su inteligencia es escasa, y su poder de olvidar enorme. En consecuencia, toda la propaganda efectiva debe limitarse a unos pocos puntos y debe insistir en ellos mediante consignas hasta que el último miembro del público comprenda lo que quiere que se comprenda con su eslogan. Tan pronto como sacrifiques este eslogan e intentes ser multifacético, el efecto desaparecerá, ya que la multitud no puede digerir ni retener el material ofrecido. De esta manera, el resultado se debilita y al final se cancela por completo. (…)

La gran masa de una nación no consiste en diplomáticos o profesores de derecho político. Ni siquiera en personas capaces de formarse una opinión racional. Consiste en simples mortales, vacilantes e inclinados a la duda y la incertidumbre. Tan pronto como nuestra propia propaganda admita el mínimo destello de razón a nuestro oponente, se habrán sentado las bases para la duda en nuestras propias razones. (…)

Las personas en su abrumadora mayoría son tan femeninas por naturaleza y actitud que el razonamiento sobrio determina sus pensamientos y acciones mucho menos que las emociones y los sentimientos. (…) Pero la técnica propagandista más brillante no tendrá éxito a menos que se tenga en cuenta un principio fundamental constantemente y con atención incansable. Debe limitarse a unos pocos puntos y repetirlos una y otra vez. Aquí, como tan a menudo en este mundo, la persistencia es el primer y más importante requisito para el éxito. (…)

El propósito de la propaganda no es proporcionar una distracción interesante para indiferentes jóvenes caballeros, sino convencer, y lo que quiero decir es convencer a las masas. Pero las masas se mueven lentamente, y siempre requieren un cierto tiempo antes de que estén listas, incluso para notar algo, y sólo después de que se repitan las ideas más simples miles de veces, las masas finalmente las recordarán (…) [Durante la Primera Guerra Mundial] al principio las afirmaciones de la propaganda [enemiga] eran tan descaradas que la gente las consideraba una locura; más tarde, los puso de los nervios ; y al final, las creyeron. (…)[34]


Notas

[1] Mind over Media recoge hasta ocho definiciones. Media Education Lab, «What Is Propaganda?», Mind Over Media, 2015, https://propaganda.mediaeducationlab.com/learn.

[2] «The Techniques of Propaganda» (Cengage Learning, s. f.), 4, https://www.cengage.com/resource_uploads/downloads/0534619029_19636.pdf.

[3] Ricardo Hausmann, Laura Tyson, y Saadia Zahidi, «The Global Gender Gap Report 2009» (Geneva: World Economic Forum, 2009), 14, http://www3.weforum.org/docs/WEF_GenderGap_Report_2009.pdf. La cita completa afirmaba: “El tipo de escala escogida determina si el índice recompensa el ‘empoderamiento femenino’ o la ‘igualdad de género’. Para capturar la ‘igualdad de género’ dos posibles escalas fueron consideradas. Una era la escala ‘positiva-negativa’, capturando el tamaño y la dirección de la brecha de género. Esta escala esencialmente penaliza tanto las ventajas de los hombres sobre las mujeres como las ventajas de las mujeres sobre los hombres, y da los máximos puntos a la igualdad absoluta. La segunda era una escala ‘unidireccional’ que mide lo cerca que están las mujeres de alcanzar la paridad con respecto a los hombres pero no recompensa o penaliza a los países por tener una brecha de género en la otra dirección. Por tanto no recompensa a los países por haber excedido el punto de referencia de la igualdad. Consideramos que la escala unidireccional es más apropiada para nuestros propósitos.”

[4] Isabel Valdés, «Ya no hará falta probar la intención machista para que una agresión sea violencia de género», El País, 9 de enero de 2019, sec. Sociedad, https://elpais.com/sociedad/2019/01/08/actualidad/1546959665_854962.html.

[5] Murray A. Straus, «Thirty Years of Denying the Evidence on Gender Symmetry in Partner Violence: Implications for Prevention and Treatment», Partner Abuse 1, n.o 3 (1 de julio de 2010): 332-62, https://doi.org/10.1891/1946-6560.1.3.332.

[6] Bou, «La bula de las denuncias falsas», El saco del Coco (blog), 4 de febrero de 2019, https://medium.com/el-saco-del-coco/la-bula-de-las-denuncias-falsas-b5f884966d6f.

[7] Drew Hinshaw y Joe Parkinson, «The 10,000 Kidnapped Boys of Boko Haram», Wall Street Journal, 12 de agosto de 2016, sec. Articles, http://www.wsj.com/articles/the-kidnapped-boys-of-boko-haram-1471013062.

[8] Josu, «Desigualdad salarial (2): ¡No es por el mismo trabajo!», Malaprensa (blog), 25 de febrero de 2014, http://www.malaprensa.com/2014/02/desigualdad-salarial-2-no-es-por-el.html.

[9] Daniel Jiménez, «Lo que la falsa denuncia de Málaga nos revela sobre el pensamiento feminista», Hombres, género y debate crítico (blog), 21 de septiembre de 2014, https://hombresgeneroydebatecritico.wordpress.com/2014/09/21/lo-que-la-falsa-denuncia-de-malaga-nos-revela-sobre-el-pensamiento-feminista/.

[10] Alfred M. Lee y Elizabeth B. Lee, eds., The Fine Art of Propaganda: A Study of Father Coughlin’s Speeches (New York: Harcourt, Brace and Company, 1939), 23-24.

[11] Kaku Sechiyama, Patriarchy in East Asia: A Comparative Sociology of Gender (Leiden: BRILL, 2013), 8-14.

[12] Sylvia Chant, «The ‘Feminisation of Poverty’ and the ‘Feminisation’ of Anti-Poverty Programmes: Room for Revision?», The Journal of Development Studies 44, n.o 2 (febrero de 2008): 165-97, https://doi.org/10.1080/00220380701789810.

[13] Glenn Kessler, «The zombie statistic about women’s share of income and property», The Washington Post, 3 de marzo de 2015, sec. Fact Checker, https://www.washingtonpost.com/news/fact-checker/wp/2015/03/03/the-zombie-statistic-about-womens-share-of-income-and-property/.

[14] Lee y Lee, The Fine Art of Propaganda, 18.

[15] Harold D. (Harold Dwight) Lasswell y Dorothy Blumenstock, World Revolutionary Propaganda. A Chicago Study (New York: A. A. Knopf, 1939), 9.

[16] Lasswell y Blumenstock, 107-8.

[17] Trevor Morris y Simon Goldsworthy, PR- A Persuasive Industry?: Spin, Public Relations and the Shaping of the Modern Media (New York: Palgrave Macmillan, 2008), 109.

[18] Lasswell y Blumenstock, World Revolutionary Propaganda. A Chicago Study, 10.

[19] R James Ferguson, «Propaganda as “Knowledge” Production: Alexander the Great, Piety, Portents and Persuasion» 12, n.o 2 (2017): 48.

[20] Daniel Jiménez, «Caza de brujas y denuncias falsas: lecciones para el presente», Hombres, género y debate crítico (blog), 23 de agosto de 2014, https://hombresgeneroydebatecritico.wordpress.com/2014/08/23/caza-de-brujas-y-denuncias-falsas-lecciones-para-el-presente/; También pueden leer sobre este tema a Adam Jones, «Gendercide Watch: European Witch-Hunts», Gendercide Watch, accedido 25 de mayo de 2016, http://www.gendercide.org/case_witchhunts.html.

[21] Nancy F. Cott, The Grounding of Modern Feminism (New Haven and London: Yale University Press, 1987), 15; Linda Nicholson, «Feminism in “Waves”: Useful Metaphore or Not?», en Feminist Theory Reader: Local and Global Perspectives, ed. Carole Mccann y Seung-kyung Kim (New York and Abingdon: Routledge, 2013), 50.

[22] Robert M. Entman, «Media Framing Biases and Political Power: Explaining Slant in News of Campaign 2008», Journalism: Theory, Practice & Criticism 11, n.o 4 (agosto de 2010): 392, https://doi.org/10.1177/1464884910367587.

[23] Entman, 392. [Énfasis en el original]

[24] Farshad Hoseini, «List of known cases of death by stoning sentences in Iran (1980-2010)» (International Committee against Execution, 2010), 5-8, http://stopstonningnow.com/wpress/SList%20_1980-2010__FHdoc.pdf.

[25] Jacques Ellul, Propaganda. The Formation Of Men’s Attitudes, trad. Konrad Kellen y Jean Leaner (New York: Vintage Books, 1973), 90-91.

[26] Ellul, 92.

[27] Ellul, 93.

[28] Ellul, 147.

[29] Ellul, 148. [Énfasis añadido]

[30] Lee y Lee, The Fine Art of Propaganda, 18-19.

[31] Gerardo Albistur, «Comunicación, propaganda y democracia en tiempos de la proliferación de información», Argumentos 30, n.o 85 (2017): 225.

[32] Bertrand Russell, Free Thought and Official Propaganda (New York: Watts & Co, 1922), 35.

[33] Ana Torres Menárguez, «Así son las nuevas pedagogías feministas», El País, 27 de febrero de 2018, sec. Formación, https://elpais.com/economia/2018/02/25/actualidad/1519556511_175919.html.

[34] Adolf Hitler, Mein Kampf, trad. Ralph Mannheim (Boston: Houghton Mifflin, 1943), 42, 179-85, http://college.cengage.com/history/primary_sources/west/the_art_of_propaganda_hitler.htm.

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