¿Crisis de la masculinidad o devaluación de la utilidad masculina?

Masculinidades en crisis 2

La expresión “crisis de la masculinidad” ha sido empleada para referirse a las transformaciones experimentadas por el hombre ante los cambios sociales ocurridos en las últimas décadas. Suele retratarse de forma simplista como el resultado de una batalla entre los sexos donde la mujer resultó vencedora, despojando al hombre de su liderazgo como cabeza de familia y sumiéndolo en un estado de confusión. Ritxar Bacete, autor en el área de las nuevas masculinidades, lo describe así:

Los hombres estamos en crisis. La idea obsoleta que tenemos de lo que significa ser hombre se está resquebrajando cuestionada por un cambio positivo, el de la liberación y el empoderamiento de las mujeres. En un proceso de revolución pacífica, ellas han logrado ponernos delante el espejo y esto nos ha hecho dudar de lo que somos realmente. Y de lo que queremos llegar a ser.[1]

…Son ellas, las mujeres, los movimientos feministas, las que han socavado los cimientos del sistema patriarcal, las que han cambiado las relaciones, las que han señalado críticamente esta “masculinidad hegemónica dominante” en la que se ha basado la sociedad y aunque siguen quedando demasiados vestigios, el viejo tablero ya no sirve.[2]

Luis Bonino, otro conocido autor en este campo, también retrata la adaptación masculina a los cambios recientes como un proceso mental interno provocado por la nueva realidad de las relaciones de género:

Lo que sí es verdad es que actualmente hay una gran crisis, pero de legitimación del modelo social de masculinidad tradicional. Dicha crisis quita validación a muchas «verdades» masculinas, entre ellas la de la «naturalidad» de la subordinación de la mujer, lo que genera no una crisis pero sí inquietud y desconcierto a muchos varones.[3]

El profesor de la Universidad Complutense Antonio Agustín García García intenta dotar a esta “crisis” de mayor profundidad histórica, pero termina describiéndola principalmente como una evolución interna.[4] Incluso un artículo publicado en Harvard Business Review no entra a valorar causas externas más allá de la emancipación femenina.[5]

Cuando la “crisis de la masculinidad” es retratada por la prensa, no sólo se describe con triunfalismo como una victoria de la mujer sobre el hombre, sino que se jacta de la torpeza de este último para enfrentarse a los nuevos retos. Como se afirmó en el artículo “Masculinidades en crisis” publicado por el diario El País: “Ellas se incorporan a los ámbitos y clichés ocupados tradicionalmente por hombres; ellos son incapaces de asemejarse a lo que las mujeres representan.”[6]

¿Pero nos encontramos realmente ante una “crisis de la masculinidad”?

Algunas puntualizaciones

La masculinidad, como la feminidad, se ha transformado a lo largo de los siglos. La nobleza que rodeaba a Carlomagno no se identificaría demasiado con los modelos de masculinidad o feminidad de los aristócratas que presenciaron la Revolución Francesa, incluyendo su diferente actitud hacia el sexo. Lo mismo podría decirse por ejemplo de la masculinidad japonesa, por la que han desfilado el cortesano de la era Heian, el samurái o el salaryman. Esta evolución no constituye el resultado de una crisis, o al menos no de una provocada por la mujer.

Cambios que sí se originan en la igualdad legal entre los sexos frecuentemente han confundido la autoridad del patriarca con su poder efectivo. Es cierto que el hombre carece ahora del estatus otorgado por su papel como cabeza de familia. Sin embargo, como describirían las antropólogas Susan Carol Rogers,[7] Ernestine Friedl[8] y otros autores, para la mayoría de ellos su autoridad práctica era limitada por el poder informal femenino. Un poder derivado de su participación en el trabajo del campo y la administración del hogar, centro de producción y consumo en las sociedades campesinas. Para Emilia Pardo Bazán, cuanto mayor era la pobreza, menor era la desigualdad:

En gran porción del territorio español la mujer ayuda al hombre en las faenas del campo porque la igualdad de los sexos, negada en el derecho escrito y en las esferas donde se vive sin trabajar, es un hecho ante la miseria del labrador, del jornalero o del colono. En mi país, Galicia […] el pobre hogar de la mísera aldeana, escaso de pan y fuego, abierto a la intemperie y al agua y al frío, casi siempre está solo. A su dueña la emancipó una emancipadora eterna e inclemente: la necesidad.[9]

Incluso en la literatura se advertía que el liderazgo familiar masculino podía ser bastante superficial. Miguel de Unamuno escribió en San Manuel Bueno, Martir (1931) que “En esta España de calzonazos (…) los curas manejan a las mujeres y las mujeres a los hombres…”[10]

Tras la idea de la “crisis de la masculinidad” se encuentra el reverso del éxito femenino, que abandona la tutela del hombre y cuyo estatus queda elevado no ya por el acceso al trabajo (pues la mayoría de las mujeres trabajaban) sino a puestos asalariados en profesiones liberales o carreras profesionales, de las que normalmente se olvida sólo participaba una minoría de hombres.

Finalmente, deberíamos preguntarnos si la mayoría de los varones hoy día añoran los días de liderazgo familiar. La comentarista conservadora Kay Morowitz así lo desearía. En una furibunda crítica al sexo masculino y la presente ausencia de obligaciones hacia la mujer, su artículo “el hombre-niño en la Tierra Prometida” compara a hombres pasados y presentes para denunciar que los actuales disfrutan demasiado de su nuevo estatus:

Es 1965 y eres un tipo blanco de 26 años. Tienes un trabajo en una factoría, o quizá trabajas para un corredor de seguros. En cualquier caso, estás casado, probablemente desde hace ya unos años; has conocido a tu esposa en la secundaria: estaba en la clase de tu hermana. Ya tienes un hijo, y otro en camino. Por ahora estás alquilando un apartamento en la casa multifamiliar de tus padres, pero ahorras para adquirir una casa de tres dormitorios en un rancho situado en la localidad más cercana. Así es, ¡eres un adulto!

Ahora conoce a tu doble del siglo XXI, que también tiene 26 años. Has terminado la universidad y trabajas en un cubículo para una gran agencia de servicios financieros en Chicago. Vives en un apartamento con varios tipos solteros. En tu tiempo libre juegas al baloncesto con tus colegas, te descargas las últimas canciones indie de iTunes, pasas un buen rato jugando a la Xbox 360, te tomas una ducha relajada, masajeas algún producto en tu cara y tu pelo, y entonces llega el momento de irse a bares y fiestas, donde conoces, y a menudo te acuestas con, chicas de distintos tamaños y tonalidades. Llegan de todas partes: California, Tokio, Alaska, Australia… ¿Esposa?, ¿hijos?, ¿casa?, ¿estás de broma?[11]

Difícilmente ésta es la situación de la mayoría de los jóvenes, pero su relato es de interés por apuntar un malestar del que rara vez se habla: el sexo femenino no ha sido el único en romper con las expectativas tradicionales. De hecho, si examinamos las dificultades de la mujer para adaptarse a su nueva situación, no se tarda demasiado tiempo en encontrar abundante material. ¿Podría hablarse, también, de una crisis de la feminidad?

La crisis de la feminidad

El discurso de la “crisis de la masculinidad” nos haría creer que sólo los hombres han tenido dificultades para adaptarse a la nueva realidad, mientras que las mujeres han avanzado triunfalmente por el camino del progreso. Sin embargo, la mujer ha tenido y sigue teniendo similares problemas de adaptación a la nueva realidad de igualdad entre los sexos.

El primer ejemplo lo encontramos en la percepción de una “escasez de hombres” para formar pareja por parte de las mujeres profesionales y exitosas. El fenómeno afecta a una diversidad de países. En España el diario El Mundo afirmaba que:

…miles de mujeres se preguntan dónde se han escondido los hombres de su generación (…). María Cruz narra la conversación que mantuvo con una ejecutiva de la industria farmacéutica: «Me mostró su preocupación por la dificultad de encontrar una pareja a su edad, tenía unos espléndidos 39 años. Pero sobre todo me llamó la atención que destacara que, cuando salía con sus amigas a tomar una copa, si conocían a un grupo de chicos mentían sobre su profesión. Eran ejecutivas, abogadas o doctoras, y se hacían pasar por peluqueras o cajeras de supermercado para que ellos no salieran huyendo.[12]

En el caso de Colombia, aparentemente, el fenómeno se agudiza:

El especialista [Walter Riso] afirma que 70 por ciento de las mujeres que van a un psicólogo lo hacen porque no tienen pareja. Según él son mujeres por encima de los 30 años, separadas y solteras, preparadas intelectualmente, exitosas pero solitarias. Algunos han denominado a este grupo como de “mucho máster y poco míster.”[13]

En Estados Unidos también encontramos la percibida carencia de hombres. Larissa Faw escribió que “un creciente número de mujeres milenial está comenzando a inquietarse por las consecuencias no anticipadas de otorgar prioridad a la carrera profesional sobre el amor.”[14]

Aunque quizá el caso más dramático lo encontramos en un artículo de la BBC titulado “Las mujeres con estudios universitarios congelan sus óvulos ‘desesperadamente’ debido a la ‘carencia de hombres.’” El texto explica que muchas mujeres posponen la decisión de tener hijos hasta el final de su vida fértil por haberse concentrado en sus metas profesionales, y después resulta complicado encontrar hombres con quienes formar una familia.[15]

Congelación de óvulos

Un estudio de la Universidad de Barcelona destacaba que en España entre un 25% y un 30% de las mujeres nacidas en la segunda mitad de los años 70 no serán madres, y que en la mayor parte de los casos se trata de una situación involuntaria, con sólo un 5% que tomarían la decisión de no tener hijos.[16]

Esta insólita situación dista mucho de la imagen de la mujer triunfante ante el hombre confuso. Como narró el artículo de Lucía Lijtmaer en ElDiario.es:

Terminas de ver Baby Mama bañada en lágrimas como una verdadera imbécil porque la pobre treintaysieteñera sin hijos Tina Fey descubre al final de la película que sí, que por fin, que qué maravilla, está embarazada. Alternas los sollozos con cucharones de helado. En esto te has convertido: en una caricatura de película gringa.[17]

Sin embargo, la “crisis de la feminidad” no se limita a la soltería o la maternidad. Madres y mujeres con pareja estable también se enfrentan a dificultades que nada tienen que envidiar a la supuesta “crisis de la masculinidad.” Un sondeo de la revista Forbes reveló que para el 84% de las mujeres trabajadoras encuestadas quedarse en casa para criar a los hijos era un lujo financiero al que aspiraban, y un 33% de estas últimas de hecho resentía a su pareja por no ganar el dinero suficiente para lograrlo. Como señaló la autora: “parece un notable cisma entre lo que nos gustaría ver (más mujeres en la escala corporativa) y lo que nos gustaría para nosotras (marcharnos de allí).”[18]

Por otra parte, aquellas que sí quieren una carrera profesional y disfrutar de sus hijos lamentan “no poder tenerlo todo” un problema que se ha discutido en numerosas publicaciones, como por ejemplo The Atlantic,[19] y que a menudo ignora que los hombres nunca lo han “tenido todo.” La ineludible elección entre un modelo de maternidad orientado al trabajo o a la familia desembocó en lo que la autora Leslie Morgan Steiner denominó como “las guerras de las mamás” (Mommy Wars). Este conflicto no sólo enfrentaba a madres que se decantaban por uno u otro modelo, sino también a la propia mujer contra sí misma ante el dilema de decidir.[20]

Finalmente encontramos una extraño regreso a la segregación sexual disfrazado de progresismo social, con la petición o aparición de autobuses para mujeres, taxis para mujeres, plazas de aparcamiento para mujeres, gimnasios para mujeres e incluso bibliotecas para mujeres.[21] Del mismo modo resurge un deseo de protección especial que recuerda a tiempos pasados. La criminalización de las groserías callejeras dirigidas hacia la mujer, para las que se exigen nuevas leyes,[22] ya estaba recogida en el Código Penal de 1928 durante la Dictadura de Primo de Rivera. El artículo 819 recogía que:

El que, aún con propósito de galantería, se dirigiese a una mujer con gestos, ademanes o frases groseras o chabacanas, o la asedie con insistencia molesta de palabra o por escrito, será castigado con la pena de arresto de cinco a veinte días o multa de 50 a 500 pesetas.

Y el agravante específico para la violencia ejercida contra mujeres también estaba recogido en momento histórico difícilmente progresista. Como señaló Santiago González:

Esa protección de la mujer (…) data de 1944, cuando el franquismo creó un agravante para los delitos que tuvieran como víctimas a mujeres. Se llamaba «desprecio de sexo» y así estuvo durante los 39 años siguientes. Hasta que aquel Congreso de los 202 escaños socialistas aprobó la eliminación del agravante (…). El Tribunal Supremo se había adelantado. En sentencia de 1977 estableció que: «La agravante de sexo es un tanto anacrónica en tiempos como los actuales, de emancipación femenina en los que la mujer ha conseguido o está en trance de conseguir la absoluta igualdad de sexos, pareciendo que incluso desea renunciar a todo privilegio o protección que implique discriminación o desigualdad respecto al varón.»[23]

Este regreso al pasado, coloreado con un lenguaje progresista, también es indicativo de la difícil adaptación de la mujer a su nuevo lugar. Si el intercambio tradicional entre los sexos era uno de estatus por protección, la mujer se ha equiparado legalmente al hombre en estatus, pero sus portavoces no desean renunciar a una protección especial.

Pese a que todo parece indicar que la mujer también encuentra dificultades para adaptarse a la nueva situación entre los sexos, sólo hablamos de la “crisis de la masculinidad” acompañada generalmente de fuertes críticas y reproches hacia el hombre. ¿Por qué?

La devaluación de la utilidad masculina

Puede que el modelo de masculinidad tradicional no sea tan apropiado para navegar la nueva realidad social como lo fue en el pasado, pero muchos de sus aspectos, como la división sexual del trabajo, siguen constituyendo la preferencia de aproximadamente la mitad de hombres y mujeres.[24] La crisis, de existir, se ha exagerado notablemente, al menos si tenemos en cuenta las dificultades de adaptación que también encuentran las mujeres.

Sólo un artículo, sin llegar a reconocerlo, apunta a que la crisis es en realidad una devaluación. Coral Herrera escribe:

Mientras las mujeres han ido empoderándose, los hombres sienten que han perdido su función como papel de proveedor principal, cabeza de familia (…) Ya no son necesarios ni para la defensa, ni para el mantenimiento del hogar, ni para la reproducción, como lo demuestra el aumento de familias monoparentales encabezadas por mujeres autónomas, y como lo demuestra el creciente uso de las técnicas de reproducción asistida.[25]

Sin embargo, como el resto de artículos, erra al señalar al “empoderamiento” de las mujeres como causa de la devaluación de la utilidad masculina. Lo que ha devaluado al varón ha sido el desarrollo tecnológico y la progresiva apropiación por parte del Estado de las funciones que antes desempeñaba el patriarca de la familia.

Que los hombres sean innecesarios para la defensa del hogar o de la nación no se debe a la incorporación de la mujer a las fuerzas armadas o los cuerpos de seguridad, sino a que el Estado ha conseguido en muchos países el monopolio efectivo de la violencia. Siguen siendo mayoritariamente varones quienes desempeñan estas funciones, pero ahora lo hacen en calidad de profesionales y no supone una responsabilidad asociada a su sexo.

Que los hombres sean innecesarios para el mantenimiento de la familia no se debe a la incorporación de la mujer al trabajo (recordemos que ellas, salvo en ciertos sectores de clases altas, siempre han trabajado), sino a que la tecnología ha permitido que la economía ya no dependa principalmente de la fuerza. Por otra parte, el crecimiento del Estado ha hecho posible la aparición de ayudas sociales para proteger a los más débiles. El papel del Estado como el nuevo marido ha hecho que algunos comentaristas conservadores en Estados Unidos se refieran a las mujeres que viven de las ayudas sociales como “casadas con el Estado.”[26]

Que el hombre no sea tan necesario para la reproducción no se debe únicamente a que las mujeres utilicen la reproducción asistida, sino a que los hombres han hecho posible este tipo de técnicas.

El hombre, en definitiva, ha muerto de éxito, siendo en ciertos casos innecesario tras haber creado las condiciones que lo hacen cada vez más prescindible. Agotada su utilidad como grupo (o mejor dicho, bajo esta percepción) el punto de mira se centra en sus contribuciones negativas. Sus más elevados índices de violencia física y sexual lo convierten ahora en una molestia, un estorbo para la convivencia. No importa que se trate de una minoría de hombres: la culpa se extiende a todo el sexo masculino. El discurso que esconde la “crisis de la masculinidad” lo que realmente afirma es que el mundo estaría mejor sin hombres. No necesariamente en su sentido biológico sino en su identidad masculina, aunque el primer tipo de desaparición también se ha valorado positivamente. Como afirmó Bryan Sykes, profesor de genética humana de la Universidad de Oxford:

Lo de echar la culpa directamente a los hombres de casi todos los actos de violencia y agresión que ocurren en el mundo es una queja que ya aburre. Sin embargo, la asociación entre ambos factores es fuerte e innegable. Las mujeres en raras ocasiones cometen crímenes violentos, se convierten en tiranas o inician guerras (…).La extinción de los hombres tendría una ventaja inmediata. En cierto sentido, la maldición de Adán quedaría prescrita para siempre. La selección sexual desaparecería por la más simple de las razones: ya no habría dos sexos. Los espermatozoides ya no lucharían unos con otros por el acceso a los óvulos. Ya no habría espermatozoides para librar batallas ni cromosomas que esclavizaran a lo femenino. La destructiva espiral de codicia y ambición movida por la selección sexual disminuiría. El mundo ya no volvería a estremecerse con el ruido de los hombres haciendo chocar sus astas y con las lúgubres repercusiones de las batallas.[27]

La devaluación sexual, sin embargo, no sólo afecta al hombre. La mujer experimentó una devaluación similar en el pasado con la llegada de las revoluciones liberales, que extendieron numerosos derechos al hombre de los que la mujer fue excluida (como el derecho al voto), y la Revolución Industrial, que con la expansión del trabajo asalariado rompió la interdependencia sexual entre el campesinado. Los distintos movimientos de mujeres, como el sufragismo o el feminismo, emergieron como respuesta a esta devaluación. Del mismo modo, el hombre podría beneficiarse de un movimiento propio para contrarrestar los mensajes tóxicos que ha provocado la suya.

El posmacho desconcertado

Una nueva devaluación femenina podría encontrarse también en el horizonte por la apropiación del Estado de funciones tradicionalmente femeninas, principalmente en el área de los cuidados tanto de niños como de ancianos. Al igual que ocurriría con los hombres en el caso de las fuerzas armadas, las mujeres serían probablemente las principales cuidadoras, pero ahora como profesionales y no como una tarea tradicionalmente asociada a su sexo. Úteros artificiales, robots sexuales y otros avances tecnológicos podrían acentuar esta devaluación.

No defiendo la vuelta a un pasado idealizado donde la división sexual del trabajo era la norma. Muchos de estos avances pueden ser liberadores a nivel personal, pero la devaluación sexual que implican no necesita ir acompañada de la denigración del otro, como ocurre en la actualidad con el varón.

Conclusiones

He pretendido demostrar que bajo el discurso de la “crisis de la masculinidad” lo que se halla en realidad es una devaluación de la utilidad masculina, acompañada de un discurso cargado de animadversión hacia el hombre que deriva de ésta.

Con ello no quiero afirmar que el sexo masculino no experimente problemas graves, sino que expresiones como “crisis de la masculinidad” pueden ocultar una crisis mayor: la de los niños varones, documentada extensamente por Warren Farrell en su último libro La crisis de los chicos y que ya adelantó parcialmente Christina Hoff Sommers en La guerra contra los chicos: graves índices de fracaso escolar, dificultades de salud, ausencia paterna o criminalidad, sin olvidar un clima social que los trata como un problema. Y mientras que para el sexo femenino se propone ayuda, al masculino se le ofrece autoayuda.

Resulta interesante, por tanto, que ante las dificultades de adaptación a las que se enfrentan las mujeres y los niños varones, se hable constantemente de una “crisis de la masculinidad” en los hombres. No parece que haya mucha más razón que regodearse en una imaginaria derrota masculina y reafirmar las propias premisas ideológicas. Al fin y al cabo el discurso de la “crisis” no ha servido para proponer medidas contra el fracaso escolar, el suicidio u otros problemas que afectan al varón.

En conclusión, la “crisis de la masculinidad” proyecta el deseo de ver al hombre como un villano derrotado por un acto de justicia, y de ese modo reforzar los propios ideales. Sin embargo es inútil para analizar el estado actual del hombre. La devaluación de la utilidad masculina, en cambio, puede explicar mejor las transformaciones experimentadas por el varón, así como la presente aversión hacia lo masculino. Aún más importante, nos ayuda a reconocer que el ser humano tiene un valor intrínseco que no debe ser despreciado bajo la percepción de que su utilidad ha disminuido. Es necesario dejar atrás premisas ideadas con el fin de impulsar una narrativa y adoptar aquellas con potencial para verdaderamente ayudar al varón.

Artículos complementarios

Notas

[1] Laura Alzola, «Ritxar Bacete: “Los hombres estamos en crisis, el feminismo nos ha puesto en el espejo”», El Correo, 20 de noviembre de 2017, sec. Álaba, https://www.elcorreo.com/alava/araba/hombres-crisis-feminismo-20171120155120-nt.html.

[2] Cristina Sen, «Los hombres buscan un nuevo espacio», La Vanguardia, 1 de diciembre de 2017, sec. Vida, https://www.lavanguardia.com/vida/20171202/433339539187/igualdad-rol-genero-masculinidad-modelo-hombre-machismo.html.

[3] Luis Bonino Méndez, «Los varones frente al cambio de las mujeres», Lectora: revista de dones i textualitat 0, n.o 4 (22 de junio de 2010): 8.

[4] Antonio Agustín García García, «¿Qué le pasa a los hombres?», Arxius 19 (Diciembre de 2008): 41-51.

[5] Avivah Wittenberg-Cox, «La crisis de la masculinidad llega a la oficina», trad. Teresa Woods, Harvard Business Review en Español, 29 de julio de 2016, https://hbr.es/g-nero/88/la-crisis-de-la-masculinidad-llega-la-oficina.

[6] Máriam Martínez-Bascuñán, «Masculinidades en crisis», El País, 5 de agosto de 2017, sec. Opinion, https://elpais.com/elpais/2017/08/04/opinion/1501846040_038992.html.

[7] Susan Carol Rogers, «Female Forms of Power and the Myth of Male Dominance: A Model for Female/Male Interaction in Peasant Society», American Ethnologist 2, n.o 4 (noviembre de 1975): 727-56.

[8] Ernestine Friedl, «The Position of Women: Appearance and Reality», Anthropological Quarterly 40, n.o 3 (1967): 97-108, https://doi.org/10.2307/3316943.

[9] Leda Schiavo, ed., Emilia Pardo Bazán. La mujer española y otros escritos feministas (Madrid: Editorial Nacional, 1976), 69-70.

[10] Miguel de Unamuno, San Manuel Bueno, martir (Murcia: Biblioteca Saavedra Fajardo, 2006), 18.

[11] Kay S. Hymowitz, «Child-Man in the Promised Land», City Journal, 23 de diciembre de 2015, https://www.city-journal.org/html/child-man-promised-land-13063.html. [Énfasis en el original]

[12] Pilar Arranz, «¿Dónde están los hombres?», El Mundo, 11 de octubre de 2014, sec. Yodona, http://www.elmundo.es/yodona/2014/10/11/5437ce92268e3ee50a8b4575.html.

[13] Semana, «¿Dónde están los hombres?», ¿Dónde están los hombres?, 3 de junio de 2000, https://www.semana.com/vida-moderna/articulo/donde-estan-hombres/41141-3.

[14] Larissa Faw, «Why Are So Many Professional Millennial Women Unable To Find Dateable Men?», Forbes, 5 de diciembre de 2012, https://www.forbes.com/sites/larissafaw/2012/12/05/why-are-so-many-professional-millennial-women-unable-to-find-dateable-men/.

[15] «“Man Deficit” Prompts Women to Freeze Eggs», BBC News, 6 de julio de 2017, sec. Health, https://www.bbc.co.uk/news/uk-40504076.

[16] Carmen Pérez-Lanzac, «Una de cada cuatro mujeres nacidas en 1975 no tendrá hijos», El País, 23 de junio de 2016, sec. Politica, https://elpais.com/politica/2016/02/10/actualidad/1455120637_611269.html.

[17] Lucía Lijtmaer, «¿Cuál es la cultura de las no madres?», ElDiario.es, 9 de febrero de 2016, sec. Cultura & Tecnología, http://www.eldiario.es/cultura/fenomenos/cultura-madres_0_482602210.html.

[18] Meghan Casserly, «Is “Opting Out” The New American Dream For Working Women?», Forbes, 12 de septiembre de 2012, https://www.forbes.com/sites/meghancasserly/2012/09/12/is-opting-out-the-new-american-dream-for-working-women/.

[19] Anne-Marie Slaughter, «Why Women Still Can’t Have It All», The Atlantic, 13 de junio de 2012, https://www.theatlantic.com/magazine/archive/2012/07/why-women-still-cant-have-it-all/309020/.

[20] Leslie Morgan Steiner, Mommy Wars: Stay-at-Home and Career Moms Face Off on Their Choices, Their Lives, Their Families (New York: Random House, 2006).

[21] EFE, «Bibiana Aído creará una biblioteca para mujeres que sólo tendrá libros de escritoras», 20 Minutos, 25 de junio de 2008, sec. Nacional, https://www.20minutos.es/noticia/392659/0/biblioteca/mujeres/aido/.

[22] Silvia Cruz, «Un año sin piropos en Bélgica», Revista Contexto, 22 de julio de 2015, http://ctxt.es/es/20150722/Politica/1927/Bélgica-mujer-acoso-stalking.htm.

[23] Santiago González, «El desprecio y el sexo», El Mundo, 11 de diciembre de 2015, sec. Opinión, http://www.elmundo.es/opinion/2015/12/11/5669e0aaca474151018b4662.html.

[24] Álvaro Sánchez, «Casi la mitad de europeos cree que el rol más importante de la mujer es el cuidado del hogar», El País, 20 de noviembre de 2017, sec. Igualdad de género, https://elpais.com/economia/2017/11/20/actualidad/1511174011_891496.html.

[25] Coral Herrera Gómez, «La crisis de masculinidad y los “nuevos hombres”», Observatorio Latinoamericano de Comunicación (blog), 11 de enero de 2016, http://www.olacom.org/la-crisis-de-masculinidad-y-los-nuevos-hombres/.

[26] Sarah Jean Seman, «Married to the State», Townhall, 3 de febrero de 2014, https://townhall.com/tipsheet/sarahjeanseman/2014/02/03/married-to-the-state-n1787312.

[27] Bryan Sykes, «Llegará un día en que los hombres no serán necesarios», Magazine El Mundo, 14 de septiembre de 2003, http://www.elmundo.es/magazine/2003/207/1063363474.html.

13 comentarios sobre “¿Crisis de la masculinidad o devaluación de la utilidad masculina?

  1. Muy buen artículo!! Enhorabuena. Le doy difusión por mis contactos. Hace falta gente como tú para decir las verdades. La sociedad, hombres y muuuuuchas mujeres, ya están hartos de la ideología de género y, en particular, del feminismo. Es hora de juzgar a quiénes lo apoyan y tomar medidas.

    Esperando que salga tu próximo post.

    1. Gracias. Sólo recuerdo que esta bitácora no es necesariamente antifeminista (ni profeminista), sino a favor de los derechos de los hombres. A veces la fuente del problema puede ser el feminismo, pero otras veces no. Saludos.

  2. He vivido en varios países, en algunos de ellos la maternidad goza de un estado que más quisieran en España. Buenas ayudas que permiten a la mujer quedarse en casa para cuidar a los hijos durante un tiempo increíble para las españolas. Lejos de ser una tortura o lo que algunos consideran como machista, muchas de las mujeres que conocí, volvían de su maternidad y directamente cogían otra baja para cuidar a su segundo hijo encantadas.

    Como bien dices, el estado ha ocupado el lugar del hombre en muchos sentidos. A lo que en «Las mujeres que odiaban a los hombres» el autor le dio el nombre al Estado del Supermacho.

    Yo soy de los que consideran que hay una «Agenda» hostil con intereses oscuros que desconozco. Sólo así puedo o se puede explicar la animadversión continua y sin sentido hacia el varón por parte de los medios. Soy incapaz de entender que una persona cuerda o un medio competente dedique artículos continuamente con palabras despreciativas y humillantes hacia un grupo social (el hombre), sin inmutarse, justificándolo y llegando a rozar y legitimar el odio.

    Siendo en cierta medida de izquierdas, he podido comprobar la deriva senil que se ha ido desarrollando en los media en los últimos tiempos. Todo esto, independientemente de los cambios que se producen en cada época para bien o para mal, siendo algunos de ellos obviamente necesarios o imparables.

    La presión a la mujer actual es algo que apreciaremos más adelante, quizás en unos años. No lo sé. La animadversión hacia los hombres, o no hace mucho había un programa en tv (para una vez que la enciendo) alegato contra la maternidad, lo que rozaba la infantilización de una sociedad narcisista.

  3. Una conocida me comentó que prefería volver en taxi a casa a que le acercara algún amigo por temor a las violaciones, ya que la mayoría son cometidas por «gente conocida». Aunque es cierta la estadística hata cierto punto, es un discurso que el feminismo gusta de expandir. A continuación, la misma persona, se quejaba de no tener pareja…

    Joan Planas ya explicó en un vídeo reciente de que es más probable que una mujer muera tropezando a ser violada, basándose en las estadísticas.

    Otra mujer que conocí, con 39 años, bella para la edad a mi parecer, se lamentaba que tampoco encontraba pareja y se preguntaba si era su carácter agresivo-defensivo-empoderado (elegid el adjetivo que mejor consideréis) lo que alejaba al varón.

    Son ejemplos para ilutrar junto con el artículo.

  4. Cada vez que se habla de la supuesta “crisis de la masculinidad” se evita entrar en cuestiones tales

    como que existe una falsa percepcion no solamente acerca de como son los hombres sino de cuantos

    son

    Me refiero a que existe una conocidisima campaña de “No es no” que continuamente sugiere que

    las pobres mujeres estan siendo continuamente acosadas por multitud de varones.

    Sin embargo es un hecho que la piramide de poblacion tiene un reparto muy, pero que muy desigual

    y que a partir de determinadas edades…….

    Faltan hombres

    Escasean …..hombres

    Buenos o malos son muy …..escasos…..

    Y ese es un hecho innegable, bien ellas los valoren o los desprecien como los esta despreciando

    el movimiento feminista desde hace ….años.

  5. Teneis razon cuando decis que hay que aportar soluciones
    La primera que se me ocurre es exigir la despenalizacion del impago de pensiones a las ex esposas.
    ¿Toda la vida tenemos que vivir …..esposados?
    No es un chiste
    Es totalmente discriminatorio que cualquier trabajador o trabajadora por cuenta ajena se tenga que
    buscar la vida en tribunales de lo social gastando en abogados y procuradores un dineral para reclamar cualquier impago de sueldo y que una ex esposa pueda reclamra “su dinero” por la via penal
    Es un autentico escandalo
    ¿Porque las ex esposas tienen que tener ese privilegio que no tiene ningun trabajador o trabajador

  6. No me creo ni media palabra de lo publicado en “El Mundo” sobre mujeres que mienten sobre su profesión para no espantar a los hombres.
    Más bien lo que ocurre es que las mujeres, por hipergamia, no quieren hombres que ganen menos que ellas, y por tanto se quedan sin pareja.
    pqnsfm, ten cuidado con tu conocida que las denuncias falsas están a la orden del día, y ya no hace falta que sean tu pareja.

  7. ¿Para que trabajan los hombres elige la respuesta correcta?::

    a) Para mantener a toda la casta politica

    b) Para mantener a los liberados sindicales

    c)Para manter a la ex esposa y los gastos de la misma

    d) Para mantener al profesorado con muchas vacaciones que en horas de clase adoctrina en el odio y desprecio al padre y en la devocion y santificacion de la doctrina femnista

    e)Todas las respuestas anteriores

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